BMW M2 Competition: Una divertida fábrica de gritos

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Comencemos por el principio: Los carros, a pesar de tener múltiples usos, como ir por los niños al colegio, hacer mercado o simplemente recorrer el camino de la casa a la oficina, tienen un público objetivo que busca llenar un vacío específico. Nuevamente, cualquiera de los mencionados.

Dentro de la lista de cosas que se buscan en un carro, también está la diversión, que puede ser vista desde diferentes ángulos: buen sistema de info entretenimiento para soportar el tráfico de Bogotá, que ostenta el vergonzoso título de la ciudad con el tercer peor tráfico del mundo, techo convertible para disfrutar del aire y el viento, o simplemente, divertirse manejando. En ese último capítulo, está el BMW M2 Competition: Un carro de carreras al que le puede poner placas.

El M2 Competition en las calles

Este es un carro que llama la atención normal, dentro de la media de los coupés BMW, hasta que suena el motor y muchas cabezas giran buscando el origen de la música. Una vez lo identifican, hay posiciones encontradas: la de los amargados que muestran desaprobación por el volumen y la de los que gozan: estos últimos levantan pulgares y en algunos casos, piden más.

Salimos a la calle a manejar el M2 y decidimos hacer una fiesta: invité a un amigo que tiene un Porsche Boxster y que también suena celestialmente al paseo urbano… En cada semáforo hicimos sonar los motores y contrario a lo que todos esperaban, arrancamos despacio y no hicimos piques. Solo la diversión del sonido de dos motores en sinfonía.

El M2 Competition en carretera

Este no es el ambiente natural del M2, pero se acerca… No hay semáforos, no hay tanta congestión y los peatones ya son algo ocasional.

Por principio, no hacemos pruebas que sean potencialmente destructivas, ni violamos las leyes de tránsito; cuando digo eso, la pregunta que recibo es: ¿Y entonces, cuál es el chiste con un carro de carreras? Y la respuesta es simple: voy tranquilo en la carretera, y cada vez que alcanzo un carro, acelero a fondo el par de segundos necesarios para adelantarlo. Un juego fantástico dentro de lo que permite la ley y eso es desde mi punto de vista, divertirse manejando.

También hay otras diversiones: como la que produce cada uno de los que se sube al carro; pues cada vez que uno acelera con fuerza, se escapa un grito de los pasajeros. Esa, más que una diversión, es una recompensa.

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